Muchos años atrás......
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Un dragón asolaba a Montblanc
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La villa amurallada tenía una joven princesa
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Un caballero aparece con el nombre de Sant Jordi
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Caballero y dragón se enfrentaron
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Sant Jordi clavó su lanza
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Y liberó a la población del malvado dragón
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De la sangre creció un rosal y de él muchas rosas
Dicen que en los alrededores de Montblanc (Conca de Barberà) en Cataluña, asolaba la villa un dragón feroz y terrible, que poseía las facultades de andar, volar y nadar, y tenía el aliento maloliente, hasta el punto que desde muy lejos con sus alentadas envenenaba el aire, y producía la muerte de todos quienes lo respiraban. Era el estrago de las manadas y de las personas y por toda aquella comarca reinaba el terror más profundo.
Los habitantes pensaron que si le daban cada día una persona que le serviría de presa, no haría el estrago a diestro y siniestro. De hecho, la leyenda dice, que el sistema les salió a las mil maravillas, pero el que era realmente complicado, era de encontrar una persona que cada día se dejara comer por aquel monstruo. Todo el vecindario decidió, pues, hacer cada día un sorteo entre todos los habitantes de la villa y que aquel que destinara la suerte sería entregado a la “simpática” fiera.
Así se hizo durante mucho de tiempo y el monstruo se debía de sentir satisfecho, puesto que dejaba de hacer los estragos y daños que había hecho antes. Pero… he aquí que un día, la suerte quiso que la hija del rey fuera la destinada.
“La princesa era joven y bella”
Hubo ciudadanos que se ofrecieron para reemplazarla, pero el rey fue severo e inexorable, y con el corazón lleno de luto, dijo que tanto era su hija como la de cualquier de sus súbditos y se avino que fuera sacrificada. La doncella salió de la ciudad y ella solita se encaminó hacia el lago donde residía la fiera, mientras todo el vecindario, desconsolado y afligido, miraba desde la muralla que rodea Montblanc, como se iba al sacrificio.
Pero fue el caso que, cuando estaba un poco más lejos de la muralla, se le presentó un joven caballero, cabalgando un caballo blanco, y con una armadura toda dorada y reluciente. La princesa, toda preocupada, le dijo que huyera rápidamente, puesto que por allí rondaba un monstruo (el dragón) que tan pronto lo viera se lo comería.
El caballero le dijo que no temiera, que no le tenía que pasar nada, ni a él ni a ella, puesto que había venido expresamente para combatir a la fiera y así liberar del sacrificio de la princesa, como también a la villa de Montblanc.
La fiera salió de repente con gran horror de la doncella y con gran gozo del caballero. Empezó una intensa, pero breve lucha, hasta que el caballero le clavó una buena estocada con su lanza, que dejó malherida a la terrible bestia. El caballero, que era Sant Jordi, ató al monstruo por el cuello y se lo dio a la doncella porque ella misma lo llevara a la villa, y la fiera siguió toda mansa y atemorizada.
La leyenda explica incluso, que los habitantes de la villa habían visto toda aquella gesta desde la muralla y que recibió con los brazos abiertos a la doncella y al caballero. En la plaza mayor de la villa, los aldeanos acabaron de rematar aquel feroz animal. De la sangre que brotó, surgió rápidamente un rosal, con las rosas más rojas que la princesa hubiera visto nunca.
“De este rosal, el joven caballero cortó una rosa y la ofreció a la princesa”
Se dice que el rey quiso casar a su hija con Sant Jordi, pero que este le replicó que no la merecía y que su visita en Montblanc, era porque había tenido una revelación divina sobre la necesidad urgente de salvar a la población del monstruo. Recomendó al rey y a sus vasallos que fueran buenos cristianos y que honraran y veneraran Dios tal como merecía. El caballero desapareció misteriosamente tal como había llegado.
El relato conocido en el mundo
La historia por la cual es conocido el santo en todo el mundo es por la muerte que provocó al dragón que pretendía comerse a Cleodolinda, una preciosa doncella. Esta narración la escribió Iacopo da Varazze en el siglo XIII en su obra "La Leyenda Áurea". Pronto se esparció por todo Europa hasta llegar a la Corona de Aragón.
Cuenta la leyenda que Sant Jordi era un soldado romano nacido en el Próximo Oriente y es el gran protagonista de una gran gesta caballeresca que se sitúa en Libia. Aun así, cierta tradición catalana (Costumari Català de Joan Amades) la situación acontecida en la población de Montblanc (Conca de Barberà); o bien no hace ninguna referencia (Les Tradicions religioses de Catalunya).
Joan Amades habla mucho de Sant Jordi en su Costumari Català, entre otras cosas de cómo llegó a ser el patrón de Cataluña. La crónica explica que en 1096 Pedro I de Aragón invocó al santo durante la reconquista de Huesca contra los sarracenos y, para agradecer la gesta, el rey lo hizo patrón de la Corona de Aragón, porque, además, también ayudó el Conde Borrell, Jaime I y Pedro el Ceremonioso.
El santo, por lo tanto, fue muy popular a partir de este momento y su onomástica se generalizó hasta que en 1456 se acabó decretando el 23 de abril como la fecha para la Diada de Cataluña.